Del gregarismo al dandismo. Una literatura amanerada

JOSE BAENA ROJAS

José Baena Rojas.

La literatura de finales de siglo XX está estrechamente unida a las vanguardias artísticas de comienzos de siglo, de la que es heredera directa.

 Si el comienzo de siglo ve alumbrar una literatura revolucionaria en la forma y en el fondo en todos los géneros literarios; una literatura comprometida en la forma y en el fondo, la literatura actual ha tomado ese arranque formal, pero se sitúa a cierta distancia; ha tomado el traje de la ironía y se ha sumergido en un esteticismo decadente y frío.

 Toma, también, por los pelos a la post-modernidad. La crisis de las ideologías y el vacío filosófico, unido a los problemas derivados del progreso, la pérdida de fe en el hombre, más vacío, más egoísta e insolidario; ha producido una literatura de la individualidad.

 Si la vanguardia lo intentó todo, todo lo inventó, ahora sólo queda repetirse o guardar silencio.

 José Ángel Valente   piensa que vivimos en un momento histórico dominado por los medios informativos y el capital, donde los políticos son marionetas de ese poder.

 «Creo -dice- que estamos en una época muy mala, que este milenio se acaba con signo absolutamente negativo».

 Valente entiende que el escritor no está comprometido, porque no tiene un enemigo visible contra quien luchar.

 Apunta, que lo que él llama la estética de la retracción sería la respuesta, desde el punto de vista del lenguaje poético, a la  dilapidación verbal de los lenguajes de la propaganda, políticos, informáticos… Pero todos los intelectuales siempre apuntan un negro panorama a la época en la que se inscriben. El deseo de renovación, inherente a toda vanguardia empieza por el sentimiento de insatisfacción por lo ya existente y por la búsqueda legítima de un nuevo lenguaje que rompa las fronteras del conformismo. A menudo las mejores obras han surgido en períodos de crisis.

Durante la etapa de la dictadura de Franco, en España, no se produjo  un florecimiento de obra importantes. Tampoco en la Alemania nazi ni en la Rusia stalinista ni en la China de Mao, porque las grandes obras son producidas después de grandes tensiones, como resultado de insatisfacciones fuertes.

 Durante la Primera  Guerra mundial, y en Francia, surge el término vanguardia  [ avant-garde], que alude a una cierta concepción bélica de determinados movimientos literarios, que en pugna contra los prejuicios estéticos, las normas establecidas, la inercia, la acomodación del gusto, etc, suponen las primeras fuerzas de un ejército que se desenvuelve en la batalla literaria y estética, para la conquista de una nueva forma de expresividad que sea vehículo fehaciente de una sensibilidad nueva. En sentido estricto las vanguardias sucumben entre las nubes bélicas del segundo gran conflicto mundial, en 1939.

 En rigor, las vanguardias del período de entreguerras son las herederas de la vieja lucha, desde  finales del siglo XIX que enfrentaron a la fe con la razón, a la lógica con el instinto, a la inteligencia con la realidad. Además de ser testigos de los enfrentamientos nacionalistas. Se confiaba en que los conflictos bélicos podían aportar soluciones a los problemas planteados y sorprende como un optimismo inconsciente recorría el alma de Europa.

 El drama moral e intelectual deviene en caos, que exige ser asumido, ser transcendido de su desorden interior, de su nada destructiva hacia un más allá del sentimiento, hacia una nueva coherencia preñada de razón. Y esto es lo que define a los ismos vanguardistas, su voluntad decidida de recomponer la realidad, de insuflar en el espíritu abatido del hombre una nueva mirada hacia un nuevo horizonte, hacia un mañana esperanzador.

 Cuando las vanguardias se enfrentan, no ya  a los nacionalismos o a la guerra, sino a un concepto de ser humano y de la historia, no pueden mirar a otro lado e inhibirse.  Esta guerra sí es la suya y se rompen los sueños de reordenación de la realidad que acabará en la desintegración de las vanguardias.

Existía en ellas una conciencia de grupo, que está realizando una transformación estética e intelectual, con denominador común de una sensibilidad compartida, que las lleva a realizar manifiestos, reuniones periódicas, publicar revistas que expliciten el sentido y el objetivo de esa renovación, que al mismo tiempo se hace ortodoxia al ser excluyentes del pasado.  Pero conviene subrayar que tienen una visión globalizadora aplicable a toda creatividad, rompiendo, si existían, las estrechas fronteras de los géneros, de las artes; logrando una “mixtura”.  No existe poesía, pintura, música, ensayo… existe una nueva mirada empapada de sentimientos rupturistas, en la selva de los ismos.

Futurismo, expresionismo,cubismo, ultraísmo, dadaísmo, superrealismo, neoplasticismo, abstraccionismo, babelismo, zenitismo, simultaneísmo, suprematismo, primitivismo, panlirismo; y en Latinoamérica: nativismo, criollismo e indigenismo, según relación apuntada por el crítico Guillermo de Torre.

La literatura del siglo XX parte del siglo anterior y se asienta en personalidades como las de Nietzsche y Kierkegaard; Rimbaud, Baudelaiere… Y de todos aquellos que traspasaron el horizonte que separaba el arte de la vida.

 Son los poetas malditos de finales de siglo quienes construirán los cimientos de futuros vanguardismos. Se produce, entonces, un rompimiento entre una sensibilidad naciente y la sensibilidad burguesa con la que choca; experimentación y búsqueda.

Hay razonables evidencias de que hoy la confusión reina y se extiende, como un viento gélido, por un espacio inmenso de mediocridad.

JOSE BAENA ROJAS

Punta Umbría

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