Vivire est cogitare: Los otros

Paco López Villarejo.

En Toraja, una aldea de Indonesia, desentierran a los difuntos, los visten, lavan y pasean por todas partes; pueden llevarlos de pie o sentados. El ritual Ma’nene (“ancestros”) se celebra el 23 de agosto de cada tres años. Y aunque para la mayoría de nosotros, desenterrar a los muertos nos parezca una cuestión asquerosa, aberrante e irrespetuosa, no nos tiembla el pulso a la hora de sacar a la luz muchos cadáveres políticos o sociales. Y pasearlos por las cadenas de televisión, las portadas de prensa, la radio. Son Los Otros, los que ya no están, o no deberían estar, pero que se recuperan:  los desaparecidos, físicos o no, que se traen, se muestran y se exhiben en nuestro Manene particular y permanente.

Pues en España, sin ser Toraja de Indonesia, también practicamos su dramático ritual. Solo que a muchos de nuestros muertos no les faltan trozos de tejido orgánico y el ritual de su exhibición ni siquiera ha sido registrado entre los antropológicos más interesantes. De hecho, muchos de nuestros cadáveres ni lo parecen: si acaso solo a los olfatos más sensibles puede llegar un fino aroma de descomposición que, ya digo, casi nadie capta. Pero también los adecentamos, los tuneamos para que parezcan nuevos y los sacamos a ver que cazan. Podríamos calificar a estos espectros insumisos de cadáveres exquisitos si fuéramos  tan morbosos como Thomas Noguchi, o de excelentísimos cadáveres si quisiéramos emular a Leonardo Sciascia. Pero no, la verdad es que ni son excelentes, y menos excelentísimos, ni mucho menos exquisitos.

Son, salvo algunas momias auténticas que saltarán en sus osarios con tanta referencia, sencillamente muertos vivos que se pasean, dan discursos y mitines, asisten y protagonizan manifestaciones. Incluso pueden formar parte de listas electorales o, en su defecto, hacer publicidad y ser valedores de los que se presentan por este o aquel partido político. Así que,  como desde siempre -en este aspecto nada cambia a pesar de la hermosa canción de Mercedes Sosa- ahora también mandan los Otros.

A este país, desde hace mucho -y a pesar de las fallidas expectativas de la última Transición- lo dirigen, lo gobiernan los Otros. O sus momias, vivas o muertas. Nos movemos por un túnel del tiempo en el que todo se repite. Una pesadilla a lo H.G.Wells pero más  ‘toujours recommencée’ a lo Valery. Todo está permanentemente en construcción, recomenzando: Los extremados movimientos de independencia (Ay, el círculo de la Historia que decía Toynbee!), la semiótica más salvaje de los partidos: o conmigo o contra mí, el imbatible control social de las élites económicas y su indiferencia por la situación cada vez más angustiosa de la mayoría de la población, la utilización injusta de la Justicia, el mantenimiento de una democracia de precario en la que ni siquiera el elector tiene la facultad de elegir a sus candidatos pues les vienen dados en listas cerradas y elaboradas según criterios de fidelidad al líder de turno, la aparición de salvapatrias de guardarropía que solo buscan su medro personal,  la manipulación del mérito y la pulverización de la inteligencia y el criterio valioso, el irrenunciable odio entre practicantes de ideologías distintas, de clases distintas, de religiones distintas… !Qué poco hemos cambiado¡

Solana y Valle lo vieron y lo dejaron pintado y escrito: Somos un país en negro,  cainita y de odios nunca olvidados, de recuperación permanente de facturas, de exhibición obscena de nuestras lacras, de nuestros muertos, de nuestras frustraciones. Aquí no se amortiza nada, no se olvida nada, no se jubila ni dimite nadie. Bajo el ligero manto de una alegría postiza ( nuestro folklore es triste; hasta debajo la fiesta del flamenco repta el drama y la muerte) late el rencor permanente, el desinterés por el análisis, la necrológica del despecho, el más obsceno y rabioso interés personal a costa del olvido sistemático del interés general. Y todo ello sin del más mínimo pudor, sin la más ligera emoción o vergüenza:

Los Otros, los de siempre, como seres de otro mundo, como cadáveres que son, siguen imponiendo su estrategia. Y manipulan, tergiversan, cambian de criterio o de discurso o de partido si con ello siguen vivos, sin temblarles el pulso, ya digo, sin la más pequeña emoción. Da igual como se llamen, a que aspiren, que nos cuenten: son eternos. Los llevamos sobre nuestros hombros, incrustados en nuestras neuronas; se apoderan de nuestras ilusiones, nos programan, nos montan diversiones y duelos, nos meten el miedo en el cuerpo o nos obligan a aplaudirlos. Siempre son los mismos. Los Otros.

A veces pienso que Tiberio sigue vivo, que Franco, tan desenterrado también, sigue acojonándonos, que la Guerra, nuestra guerra, no se cerró y que Aristóteles, a pesar de su recién descubierta, tumba nunca escribió ni de lógica, ni de ética ni de filosofía política.  Todo parece estar congelado en una repetición sin fin, un deja vu infinito. ¿Para cuándo un fundido en negro, un alegre comienzo, una jubilación forzosa de tantos, un borrón y cuenta nueva pero sin odios y sin sangre?

PACO LOPEZ VILLAREJO

Doctor en Historia. Consultor cinematográfico

1 comentario en Vivire est cogitare: Los otros

  1. Reencuentro a Paco Villarejo en estado puro: Crítico sin concesiones, texto cuajado de referencias oportunas,… Si he echado de menos algo en su artículo es algún ejemplo cercano de los «cadáveres exquisitos». Seguramente no ha querido entrar en terrenos personales, dejando al lector que rellene él mismo ese vacío.

Escribe una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*