El COMPROMISO: El intelectual en la encrucijada

JOSÉ BAENA ROJAS

José Baena

Hoy  contemplamos una transformación de la conciencia. Se han derrumbado imperios, sistemas económicos como la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo puro; ideologías como el marxismo han perdido vigor, sin embargo persisten los núcleos centrales de las grandes religiones históricas que nos obligará a afrontar nuevos retos en la historia de la humanidad, además de la revolución industrial, la revolución democrática, en convivencia con esas grandes religiones, y la revolución del conocimiento y la tecnología. Este nuevo panorama que incide en lo tecnológico suscita no nuevos ideales, sino nuevos  y permanentes temores.

La crítica efectuada por Nietzsche y Heidegger contra la tecnología porque homogeniza  la sociedad y aplasta la cultura es critica por otros como Daniel Bell tachándola de anticapitalismo romántico que- siendo antimoderno alimenta el talante postmoderno.

El hombre actual ocupa un espacio urbano deshumanizado; la vastedad de las grandes urbes hace a sus habitantes más insolidario, dirigiendo su mirada hacia dentro de sí mismo, donde reina el yo egoísta y no hacia fuera, espacio del otro, reino del tú que  comparte.

Los niños no juegan en la calle, no saben lo que es un árbol, una vaca o una estrella. El atardecer y el amanecer forman parte de un tiempo pretérito; alba y ocaso han sido cubiertos por luces de neón, y un mundo gris y anodino, invade, como una maldición divina nuestras atribuladas almas.

La ciudad ya no responde a un ideal humano sino a un delirio de grandeza autodestructivo.

La competencia, la falta de comunicación auténtica, la falta de tiempo, la ausencia de naturaleza… todo ello abona la insolidaridad que se extiende como un veneno contagioso.

El poeta Jesús Arcensio, al considerar a Nueva York ejemplo de esta nueva concepción urbana , en un hermoso y estremecedor poema : “Voz de aviso a NY”, establece un paralelismo entre la ciudad , la destrucción de la naturaleza y el hombre; canta, desgarradamente, la pérdida de ese paraíso primigenio que conlleva la pérdida de la inocencia de la inocencia y la fe, la pérdida del hombre, en definitiva.

            “¡Tus hombres…!

            Poco más que una rueda catalina,

            un eje cigüeñal y una bujía,

            un derecho a votar

            y ponerse corbatas los domingos”.

            Los frutos de la civilización encarnados en la ciudad moderna como ejemplo paradigmático de aquella, no subsana la pérdida del auténtico ser del hombre.

            “Encierra tus ruidos.

            Que se oigan la canción, la risa, el llanto.

            Ofrece a las macetas tus ventanas.

            Abre

            tranquilas plazoletas con acacias,

            en las que el hombre pueda

            tomar el sol, sentarse los domingos”.

Y aspira a que llegue un día en que se imponga la vida auténtica del auténtico hombre, donde:

           “vuelo alzarán la flor, la mariposa, el ave…

            Y surgirán casas -ahora humanas casas-

            con aleros propicios al alegre gorrión.”

El papel crítico del escritor como intelectual agitador de conciencias, como guía, se perdió con el siglo. La función del escritor que , desengañado y descontento con su mundo y su sociedad quiere transformarla, tomando partido hasta mancharse, como nos recordara Gabriel Celaya, creando una literatura comprometida, se diluye al desaparecer los enemigos directos como eran los fascismos y los comunismos.

Tampoco se puede luchar ya contra las clases privilegiadas que se han difuminado al romperse los status sociales  rígidos por mor de una movilidad social y un acceso a la cultura de todos los individuos. Ya no detentan el poder los reyes y sus hijos, los nobles y sus hijos, ahora, cualquiera puede ser  o presidente o noble con su astucia y  su esfuerzo. Es lo mismo pero está al alcance de cualquiera y esto configura otra mentalidad menos beligerante.

Las criticas de Sartre contra los opresores, no se puede afirmar que insinceras, pero sí retóricas.

 Su lucha contra las injusticias y contra la literatura  pura, defendiendo el papel social del escritor para cambiar la sociedad, no tienen nada, teóricamente, de, reprochable si no ocultara a un burgués que vive como tal.

El escritor debe comprometerse desde una concepción del hombre y de la vida, desde una actitud de búsqueda de un mundo mejor para todos y no desde el servilismo ideológico, político o económico; aunque el propio Sartre establece que el compromiso no debe hacer al escritor olvidar la literatura, lo cierto  es que si hay literatura comprometida debe ser  primero literatura y si hay compromiso y no existe literatura no nos interesa.

El escritor alcanza una relevancia y una  posición en defensa de un concepto espiritual del hombre y de sus valores que lo dignifican y puede servir como revulsivo social. El escritor, como intelectual, es tal  en cuanto que escritor. Escritores geniales han sido seres humanos absolutamente despreciables y seres humanos extraordinarios han cobijado mediocres escritores.

JOSÉ BAENA ROJAS

Punta Umbría

Sé el primero en comentar...

Escribe una respuesta

Tu dirección de correo no será publicada.


*